Fue un 18 de agosto de 2018, bajo un aguacero que parecía querer anunciar algo mágico, cuando Salem llegó a nuestras vidas. Lo vimos nacer, junto a tres pequeños gatitos más. Era una bolita de pelos negros con panza rosada y unos delicados toques blancos en pecho y patas… ¡una hermosura que nos dejó sin aliento! Nuestro primer gato, nuestro primer gran amor peludo.

Desde bebé, Salem ya mostraba que no sería un gato común. Corría de medio lado con un simple psst psst, mordía con intensidad, se quedaba dormido mientras jugaba, posiciones de descanso cuestionables y amasaba a sus humanos como si practicara para ser chef antes de dormir. Cada día descubríamos una nueva peculiaridad que nos hacía reír y suspirar al mismo tiempo.


Tony y yo trabajábamos largas jornadas; no existía el trabajo remoto para nosotros. Eso significaba que Salem pasaba muchas horas solo, y nos partía el corazón. Intentábamos compensarlo dejándolo explorar el jardín, un pequeño universo controlado de peligros donde podía ser él mismo. Y claro que lo era. Con el tiempo, desarrolló una habilidad social impresionante: necesitaba atención, mimos, miradas… y lograba conquistar a cualquier humano que se cruzara en su camino. Incluso a nuestro vecino, un hombre asocial que evitaba cualquier contacto terminó rendido ante Salem. Lo veíamos llegar con Salem alzado, acariciándole la cabeza… y sonreíamos, porque nuestro gato tenía ese poder silencioso de unir personas.
Salem era adorable e irresistible. Una vez desapareció de la casa y lo encontramos en medio de una reunión familiar de los vecinos, siendo el centro de atención, como si fuera uno más de ellos. Esta foto no es de ese día en particular, pero se asemeja. Ya era reincidente:

Un día, se acostó a dormir en el teclado de mi computadora del trabajo y accidentalmente, le mandó un correo a mi jefa de ese entonces. Cuando llegó Dante, su hermano, con apenas 8 días de nacido, Salem se convirtió en su protector y guía. Lo cuidó con un amor y una paciencia que nos dejaban sin palabras. Dante lo veía como el gato más espectacular del mundo… y no estábamos en desacuerdo.

Con Salem compartimos momentos que jamás olvidaremos: nuestro matrimonio, mudanzas, la llegada de Dante y Luna, caminatas, aventuras en carro, caza de luciérnagas… Era el alma de nuestra vida y de cualquier lugar que pisara.
Pasaron cuatro años llenos de salud y vitalidad, y creíamos que estaría muchos años con nosotros. Pero la vida tiene caminos que no entendemos, y un día, Salem se tuvo que ir. No supimos por qué, y eso nos quebró. Las dudas, la culpa y los recuerdos llegaron como olas, y aunque han pasado casi tres años, su ausencia sigue calando en nuestro corazón.
Si todavía tienen a sus mascotas, abrácenlas, aunque se resistan, ámenlas sin medida. Un día las tenemos, al siguiente no, y eso duele más de lo que imaginamos. Ámenlas y protéjanlas sin medida, aunque existan personas que nos hagan sentir menos diciendo que son solo animales.
Salem nos enseñó tanto, y aunque ya no está físicamente, su legado vive en Salem House, en cada rincón de nuestro hogar y en cada recuerdo que compartimos.
Feliz cumpleaños, Salem. Siempre serás parte de nosotros. Siempre serás amor.